Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por toda la eternidad. Hebreos 13:8
Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. Apocalipsis 22, 13
Partiendo de la realidad objetivamente observable, en la Antigua Grecia y en el Lejano Oriente, siempre ha existido una comprensión circular del tiempo: desde el punto de vista cósmico, los 365 días que tarda la tierra en dar una vuelta alrededor del sol; desde el punto de vista de la Naturaleza, más concretamente del cambio climático, las cuatro estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno.
De estos hechos nació el mito del "eterno retorno" para la Filosofía, para la Ciencia la idea de que "no hay nada nuevo bajo el sol" y para la Religión la creencia en la "reencarnación".
Desde un punto de vista existencial y humano, cada día que pasa es un día más que viviremos y un día menos de los que nos quedan de vida. Concebir el tiempo como una línea recta, que viene del pasado, pasa por el presente y se dirige hacia el futuro, no es nada que pueda observarse en la naturaleza.
El tiempo en línea recta es el tiempo de la historia individual y comunitaria, el tiempo que integra la idea de progreso: hoy fue mejor que ayer, mañana será mejor que hoy. En Filosofía, la máxima de Heráclito "no nos bañamos dos veces en las aguas de un mismo río" comparte esta comprensión del tiempo, y lo mismo ocurre en la Cosmología y la Religión, que transmiten las nociones del principio y el fin del mundo.
Esta es también la concepción judía del tiempo: la salida de Egipto (tierra de esclavitud), el paso por el desierto (lugar de sufrimiento, penitencia, purificación y esfuerzo) y la entrada en la Tierra Prometida, donde fluyen la leche y la miel (tierra de libertad, de esfuerzo recompensado y de trabajo acabado).
Este es el arquetipo del progreso y de la vida humana defendido incluso por la teoría de Karl Marx, en la que: Egipto sería el capitalismo, el desierto sería la dictadura sobre el proletariado, y la tierra prometida sería el socialismo y una sociedad sin clases.
El tiempo cristiano, la Espiral – Es la síntesis entre la línea recta y el círculo, ya que es un círculo en continuo movimiento hacia adelante. El diccionario define espiral como "una línea curva e ilimitada, descrita por un punto que rodea un poste y del cual se aleja progresivamente", como una hélice, un resorte o una escalera de caracol.
Este es el tiempo cristiano e incluso el tiempo humano (hay que tener en cuenta que es en forma de espiral que se representa el ADN de nuestro código genético). Como indica la figura, cada año consta de 365 días alrededor del Sol, el Sol que es Cristo, que ilumina y da sentido a nuestra vida, que es el principio y el fin, tanto del Universo como de nuestras vidas individuales.
Hay que recordar también que se bien representamos los 365 días alrededor del sol como una elíptica, en la realidad como el sol también se mueve a torno al centro de nuestra galaxia, la figura que verdaderamente describe nuestro planeta siguiendo el sol a la vez que rodando a torno a él, es una espiral.
El tiempo cristiano, por tanto, no es ni un círculo ni una línea recta, es decir, cada Navidad y cada Pascua son diferentes, ya que el año en el que nos encontramos y las condiciones situacionales en las que vivimos son diferentes.
Sin embargo, Cristo es la constante a lo largo de nuestra vida, es el eje alrededor del cual gravitamos, "es en él que vivimos, nos movemos y somos" (Hechos 17,28). Cada año meditamos en el misterio de Cristo, desde su Encarnación hasta su Muerte, Resurrección y Ascensión al cielo.
En última instancia, para salir de nuestro "Egipto" personal, configurando cada vez más nuestra vida a la suya, en el sentido de que un día llegaremos a la Tierra Prometida y podremos decir con san Pablo: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí". (Gálatas 2:20).
P. Jorge nuestro, IMC
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