lunes, 1 de abril de 2013

¿Resurrectión o reincarnación?

Lo mismo sucede con la resurrección de los muertos: sembrado corruptible, el cuerpo resucita incorruptible; sembrado en deshonra, resucitado en gloria; sembrado en debilidad, resucita lleno de fuerza; sembrado en el cuerpo, el cuerpo espiritual resucita. Si hay un cuerpo terrenal, también hay un cuerpo espiritual. 1 corintios 15:42-44

La reencarnación es un concepto, tanto hindú como budista, que la Nueva Era se ha encargado de difundir en el mundo cristiano occidental. El pensamiento frágil, y a menudo incongruente, del hombre de hoy, fascinado con la posibilidad de tener siete vidas como el gato, ha asimilado este concepto acríticamente. Es común encontrar cristianos que creen tanto en la resurrección como en la reencarnación sin darse cuenta de que los dos conceptos son autoexcluyentes.

Como todo lo que es auténticamente humano, la fe siempre escapará a la lupa del método científico del conocimiento; el hombre no es el objeto de la ciencia. Sin embargo, para no degradarse en pura superstición, la fe debe estar casada con la razón. La superstición es irracional, la fe, al no ser racional, es al menos razonable, plausible, debe tener sentido. Hagamos la prueba de la razón para ambos conceptos:

Reencarnación - Al igual que en la filosofía griega, para los orientales el alma es eterna; existe antes y es independiente del cuerpo que encarna. En un proceso ascendente hacia la perfección, cada vida, cada cuerpo que el alma encarna es una oportunidad para progresar hacia ella, encarnando sucesivamente en formas de vida más elevadas y cada vez más perfectas.

Por el contrario, cuando el alma se comporta mal, retrocede, es decir, reencarna en la vida siguiente en una forma inferior de existencia que puede ser incluso un animal, una vaca, por ejemplo.

Astronomía - La reencarnación parece asumir que el mundo siempre ha existido y siempre existirá, pero la astronomía actual dice que el mundo comenzó a existir con un “Big Bang” y un día dejará de existir cuando el universo haya gastado toda su energía.

Demografía – La reencarnación, para ser posible, presupone un planeta con la misma población a lo largo del tiempo. La demografía nos dice que el hombre comenzó a habitar este planeta hace 5 millones de años; se estima que la población mundial en la época de Jesús era de 300 millones de personas, ahora somos 7 mil millones.

Evolución de las especies – La vida comenzó con un ser unicelular que se diversificó y progresó, pasando a especies cada vez más superiores e inteligentes hasta llegar al ser humano. La ciencia de la evolución de las especies no conoce regresión. Entre nosotros y los animales hay millones de años de evolución que no son reversibles.

Genética – La combinación de genes en el código genético de cada ser vivo es única e irrepetible en la historia de la vida en este planeta; parte de la dignidad humana se debe a este hecho. No tiene sentido que un alma tenga un código genético para cada vida que vive, ni tiene sentido que varios cuerpos de la misma alma tengan el mismo código genético.

Regresión: ¿Cómo explicar ciertas terapias que llevan a la persona a la regresión y saber qué fue en otra vida y qué tipo de persona fue? Si hay algo de verdad en este fenómeno, podría explicarse por la noción de "inconsciente colectivo" propuesta por Carl Jung, discípulo de Freud.

Las personas entonces no regresarían a otras vidas que tuvieran, sino que, a través de la meditación y la técnica de regresión, se conectarían con materiales psíquicos que no provienen de la experiencia personal y que se encuentran en lo que Jung llama el "inconsciente colectivo".

Se trata de una especie de base de datos, de herencia y patrimonio de toda la humanidad, que contiene todo lo que el ser humano es y ha hecho a lo largo de su historia.

Resurrección - Este concepto no debe satisfacciones ni explicaciones a ninguna de las ciencias anteriormente descritas pues no está en conflicto con ninguna de ellas. En el pensamiento judeocristiano, el alma no es eterna y está intrínsecamente unida, y para siempre, a un cuerpo; no hay cuerpos sin almas, no hay almas sin cuerpos.

Por la gracia de Dios, todo ser humano es naturalmente candidato a la vida eterna, y todo su ser, cuerpo y alma se transforma en una forma inmortal de existencia, el cuerpo espiritual o glorioso (1 Co 15:42-44). Aquellos que responden negativamente a la gracia de Dios, negándola en sus vidas y viviendo de espaldas a Él, probablemente se están aplicando a sí mismos la muerte eterna, es decir, un regreso a la nada de la cual Dios creó todo.

P. Jorge Amaro, IMC (trad. Begoña Peña)


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