viernes, 1 de noviembre de 2013

Misión hasta los confines de la Tierra


Id por todo el mundo, proclamad el Evangelio a toda criatura.
Marcos 16, 15

Cristo no vino al mundo para salvar solo a los que vivieron en su país durante los 33 años de su vida terrenal. Era consciente de que Él era, en Su persona, la salvación de la humanidad, tanto para aquellos que vivieron durante Su existencia en el mundo, como para aquellos que vivieron antes que Él, así como para aquellos que vivirían después de Él.

Así como una piedra arrojada en medio de un lago provoca olas en forma de círculos concéntricos, que desde el centro se ensanchan hacia la periferia hasta los confines del lago, así Cristo, apareciendo en medio de la historia humana, extiende su acción salvífica hasta los confines de la tierra y hasta los confines de los tiempos.

La Iglesia es Cristo aquí y ahora
Puesto que somos seres espaciotemporales, es decir, ocupamos un espacio por un tiempo, Cristo fundó la Iglesia para que pudiera continuar su Misión en todo tiempo y en todo lugar. La Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, representa a Cristo en todos los "aquí" y "ahora" de la historia humana.  

Todo cristiano es misionero, así como cada semilla tiene la vocación de ser fruto, como cada hombre tiene la vocación de ser padre, y cada mujer de ser madre. Un vaso solo prueba que está lleno cuando vierte parte del líquido que contiene; "La boca habla de la abundancia del corazón", un cristiano íntegro no puede dejar de proclamar con hechos y palabras lo que le anima. La vecina que se sintió curada por un té, no deja de exhortar a sus compañeros a que lo prueben también.

Todo en la vida, incluida la vida misma, es un regalo. Los regalos solo se dan cuando se dan y se pierden cuando no se comparten y se ejercen. Así como el don de cantar, el don de pintar, de escribir, de jugar al fútbol aumentan cuando se ejercitan y comparten, también lo hace el don de la fe. El que no ejerce sus dones, como sugiere la parábola de los talentos, pierde lo poco que tiene.

A través de la Misión "Ad Gentes" la Iglesia está llamada a salir de sí misma, a salir de la zona de confort del pastoreo pasivo de los 99 y a partir, como pescador o cazador, en busca de la oveja perdida, afrontando los peligros y riesgos de ir como un cordero a un mundo de lobos.

Los misioneros de todos los tiempos están motivados e inspirados por el celo del gran apóstol Pablo, que pretendía llevar el Evangelio hasta los confines del mundo de su tiempo, España, y el celo de san Francisco Javier, que llevó el Evangelio hasta el final de sus fuerzas a las puertas de China, donde murió.

La nueva frontera de la Misión Asia
Han pasado dos mil años desde que Cristo nos envió a predicar el evangelio a todo el mundo y a toda criatura. Mientras evangelizamos África y América, la mayor parte de los pueblos de Asia, el continente más grande de este planeta, aún no han sido expuestos a la luz de Cristo. Estamos lejos de poder decir misión cumplida, por lo que no podemos ponernos a descansar.

Me hice judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están sujetos a la ley, me he comportado como si estuviera sujeto a la ley; con los que viven sin la ley me he hecho uno sin la ley; para ganar a los que viven sin la ley. Me he hecho todo para todos, para salvar a algunos a cualquier precio, y todo lo hago por el Evangelio. 1 corintios 9,20-23

En Asia, especialmente en Japón y China, pero también en la India, la Iglesia no supo imitar al gran apóstol Pablo, que logró purgar el cristianismo del judaísmo y hacerlo más creíble para los gentiles de su tiempo.

El jesuita Mateo Ricci fue un verdadero seguidor de San Pablo en su esfuerzo por purgar el Evangelio de la cultura occidental para traducirlo a la cultura china. Pero, así como en el pasado, en tiempos de San Pablo, los fundamentalistas de la comunidad de Jerusalén trataron de obstaculizar su esfuerzo por inculturar el Evangelio en la cultura grecorromana, pero no tuvieron éxito, los de Roma en tiempos de Mateo Ricci hicieron lo mismo y, desgraciadamente, lo consiguieron.

Este es nuestro talón de Aquiles. La Misión en América fue fácil, porque frente a una cultura primitiva, un poco por la espada, un poco por la cruz, el Evangelio fue impuesto en lugar de propuesto. En África, la Misión triunfó porque fue de la mano del progreso material: escuelas, clínicas, lucha contra el hambre, etc. en la época de la hambruna en Etiopía, la Iglesia copta ortodoxa incluso nos acusó de comprar prosélitos con harina.

En Asia luchamos contra una cultura diferente, de ninguna manera inferior a la nuestra, y no tuvimos ni el coraje de San Pablo para inculturar el cristianismo en el mundo pagano de su tiempo, ni la sabiduría de los Padres de la Iglesia para inculturar el cristianismo en la cultura grecorromana que reinaba en Europa en ese momento.

Todavía hay tiempo para hacer que la Iglesia sea más universal en cuanto a la diversidad de las culturas, y no esperar a que el mundo se occidentalice cada vez más.

Como dijo el más grande teólogo del siglo pasado, Karl Rahner, Dios en su infinita misericordia salvará a todos aquellos que, por causas ajenas a su voluntad, no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo y su evangelio. Pero ¿seremos salvos nosotros, que teníamos el deber de anunciárselo?

P. Jorge Amaro, IMC (trad. Liliana Monroy)





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