martes, 1 de abril de 2025

Pérdida y Encuentro


En el Quinto Misterio Gozoso contemplamos la pérdida y el reencuentro del Niño Jesús en el templo
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Del Evangelio de San Lucas (2, 41-47):
Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua y, cuando Él cumplió doce años, subieron hasta allí según la costumbre de la fiesta. Cuando los días terminaron, mientras regresaban a casa, el Niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran.

Pensando que estaba en la caravana, recorrieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén para buscarlo. Y sucedió que tres días después lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo escuchaban estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
 
Al verlo, quedaron perplejos y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo estábamos angustiados buscándote». Él les respondió: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

Comentario de Simeón Metafrastes
La Virgen menciona a San José como padre adoptivo, pero Jesús aprovecha la ocasión para referirse a su verdadero Padre, que es Dios. Este pasaje enseña que la mirada de María debe elevarse de las cosas terrenales a las celestiales. Al quedarse en el templo, Jesús muestra que el amor a Dios debe ser más fuerte que el amor natural que sentimos por nuestros padres.

Meditación 1
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Esta fue la respuesta de Jesús a su Madre después de tres días de búsqueda angustiosa cuando lo encontraron en el templo.

Estas son las primeras palabras del Verbo encarnado registradas en el Evangelio. Con ellas, Jesús resume su persona, vida y misión. Revelan su filiación divina y dan testimonio de su misión sobrenatural. Toda la vida de Cristo será una grandiosa explicación del significado de estas palabras.

San Lucas continúa diciéndonos que María «no comprendió la palabra que Él le dijo». A pesar de no entender su pleno significado, María sabía que Jesús era el Hijo de Dios y se sometió en silencio a la voluntad divina, aceptando el sacrificio que su amor exigía.

«María guardaba todas estas palabras en su corazón», donde, como en un tabernáculo, adoraba el misterio que contenían, esperando la luz de la comprensión.

Meditación 2
¡Cuántos han perdido a Jesús y no viven angustiados como deberían! Muchos creen en la existencia de Dios, pero viven como si Él no existiera. En sus casas no hay ningún objeto o imagen religiosa y el pensamiento de Dios nunca les cruza por la mente, mucho menos el amor a Dios o al prójimo. Viven para sí mismos como si nunca fueran a morir  y corren el riesgo de morir sin haber vivido jamás.

El camino hacia la vida humana auténtica pasa por Jesús, pues Él es el único Camino, la Verdad y la Vida. Solo quien siembra felicidad a su alrededor es verdaderamente feliz. La felicidad individual surge como reflejo de un buen desempeño en la sociedad y de la realización personal. Quien no es útil a los demás no encuentra propósito.

El católico solo de nombre es aquel que "perdió a Jesús en el templo", es decir, dejó de participar en la Eucaristía dominical. Así, el lugar donde lo perdió es el lugar donde lo puede reencontrar. Sin la Eucaristía no hay Iglesia; sin la Iglesia, Cristo desaparece de la faz de la tierra.

Oración
Señor Jesús,
Así como tus padres angustiados te buscaron en el templo,
nosotros también buscamos tu presencia
cuando nos sentimos perdidos en el camino de la vida.
Ayúdanos a recordar que el verdadero encuentro contigo
sucede cuando volvemos nuestro corazón a tu casa,
a tu Palabra y a tu Eucaristía.

Concédenos la gracia de no vivir como si estuvieras distante,
sino de reconocerte en cada momento,
en cada gesto de amor y servicio al prójimo.
Que nuestro amor por ti sea más fuerte que cualquier apego terrenal,
que sepamos escuchar tu voz y seguir tu camino.

Santa Madre María,
que guardaste las palabras de tu Hijo en el silencio de tu corazón,
enséñanos a aceptar la voluntad de Dios,
incluso cuando no comprendemos completamente Sus planes.
Que, como Tú, siempre podamos confiar
y mantener la fe en cada circunstancia de nuestra vida.

Señor, enciende en nosotros el deseo de buscarte siempre,
y que, al encontrarte,
seamos renovados en el amor, la paz y la alegría que solo Tú nos puedes dar.
Que nunca perdamos la certeza de que eres el Camino, la Verdad y la Vida,
y que contigo encontramos la verdadera felicidad.

Amén.

P. Jorge Amaro, IMC

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