domingo, 1 de junio de 2014

Un cierto Islan de hoy y el cristianismo de hace 2000 años


"Maestro, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a estas mujeres. ¿Y tú qué dices? (…) Jesús, apoyándose en el suelo, comenzó a escribir con el dedo en el suelo. Cuando insistieron en interrogarlo, él se levantó y les dijo:

"El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra". (…) Al oír esto, salieron uno por uno, empezando por los ancianos, y solo quedaron Jesús y la mujer que estaba en medio de ellos. Entonces Jesús se levantó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: "Nadie, Señor". Jesús le dijo: "Yo tampoco te condeno. Vete y, de ahora en adelante, no peques más
". Juan, 1-11

Lo que era una práctica en la época de Jesús sigue siendo hoy, después de 2000 años, una práctica común en algunos países musulmanes fundamentalistas. De vez en cuando, la prensa nos habla de casos concretos que horrorizan a la opinión pública mundial.

Internet está llena de fotografías y vídeos de estas ejecuciones bárbaras que no están ordenadas en el Corán; de hecho, en todo el libro del Corán no se menciona la lapidación prescrita para ningún delito. Según el Corán, el adulterio se castiga con azotes. Cuando comparamos esta práctica, todavía común hoy en día, con la que Jesús preconizaba hace dos mil años, para el mismo pecado, no deja de ser sorprendente y conmovedor.

Por otro lado, la pena de muerte es siempre una injusticia porque existen leyes para juzgar los actos y no la totalidad de una vida humana. Incluso cuando el delito es homicidio, la pena de muerte es un delito peor que el delito que se quiere sancionar. Lo más probable es que quienquiera que cometiera el asesinato estuviera poseído por la ira o la rabia. Mientras que los que condenan a muerte lo hacen a sangre fría, en pleno uso de sus facultades mentales y racionales.

Desde los albores de la humanidad, todas las culturas y civilizaciones de este planeta han sido, y hasta cierto punto siguen siendo, patriarcales, machistas o, como decimos popularmente, machistas y chovinistas. Además de Eva, en la tradición judía, y Pandora, en la tradición griega, todas las culturas culpan a las mujeres de la aparición del mal en el mundo; ella es el chivo expiatorio.

Si en Europa y en el mundo occidental en general, en América del Norte y, de alguna manera, en América del Sur, Rusia, Australia y Nueva Zelanda, las mujeres son más respetadas es porque algo de la mentalidad de Jesús y del espíritu del cristianismo ha influido en la cultura.

En gran parte del África negra, la mujer es la única que realmente trabaja en la agricultura por ella inventada y en su casa. Los hombres se dedican a la guerra, cuando la hay, a la caza, a la pesca y al gobierno de la tribu. Vi a mujeres cargando un peso en la cabeza, otro en cada mano, un bebé en el vientre y otro en la espalda viajando kilómetros cuando sus maridos estaban con las manos vacías. En muchos países, todavía hoy se considera normal secuestrar a una niña para casarse. La circuncisión femenina priva a la mujer de cualquier placer en el acto sexual.

En el Asia actual, las mujeres también son objeto de vejación hoy en día. La prostitución infantil está muy extendida. Tomemos como ejemplo a Japón, un país tan evolucionado, que es el único que no acepta las leyes de la ONU sobre pornografía infantil. En Japón y China hay restaurantes donde la comida se sirve sobre el cuerpo desnudo de una adolescente. Esto es impensable en el mundo occidental, ni siquiera en los tiempos de la Edad Media.

En la India y en otros países asiáticos reina la impunidad con respecto a la violación de mujeres y la desfiguración de la cara con ácido sulfúrico. El único país donde las mujeres son un poco más respetadas es Filipinas, precisamente porque es una cultura que, de alguna manera, ha sido moldeada por el cristianismo durante 500 años desde la colonización española.

Una lectura, por apresurada que sea, de los evangelios no deja de sorprender al lector más desatento e imparcial por la actitud que Jesús tiene hacia las mujeres; las trata como iguales, las defiende y las admite en su grupo de discípulos, algo nunca antes visto. Podría decirse que Jesús fue el mayor defensor de las mujeres de todos los tiempos.

Conclusión
La persistencia del machismo chauvinista en ciertas culturas contrasta con la revolucionaria defensa de la dignidad femenina que Jesús predicó hace dos mil años.

P. Jorge Amaro (tradu. Begoña Peña)



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