lunes, 1 de septiembre de 2014

Sólo no perdi lo que di

El hecho
Con el fin de crear espacio en mi disco externo para las numerosas fotos y videos que tomé recientemente en Etiopía, borré la copia de seguridad de todo lo que tenía en el computador, pensando que sería solo de forma provisional.

Lamentablemente, después de días de uso del programa Photoshop para el tratamiento de las fotografías, el computador se averió; ante la avería, para no perder ninguna información, quise copiar de nuevo todos los documentos del computador al disco externo, pero ya no fui a tiempo, ya que lo que estaba dañado era precisamente el disco duro del computador.

El significado
¡Catástrofe… perdí todo… perdí largos y extensos años de trabajo; cómo me pudo pasar esto a mí, que uso el computador desde que se empezó a vulgarizar y que siempre había sido tan cuidadoso en guardar una copia de seguridad, y a veces hasta dos… Estoy perdido, pensé… esto es como morir, o peor, como tener Alzheimer, perder la memoria; mucho del material que tengo en el computador lo necesito aquí y ahora y en el futuro!

Digital y espiritual
Fue en 1989, cuando llegué a Etiopía, que conocí a mi amigo americano, el P. George Cotter de feliz memoria, recientemente fallecido. Él estaba realizando un trabajo de investigación en el área de la antropología cultural y recogía proverbios etíopes. La colección de estos proverbios estaba contenida en un pequeño computador portátil, con pantalla monocromática verde, con menos de un megabyte de memoria y 20 megabytes de disco duro.

Para evitar llevar baúles llenos de libros, como muchos misioneros hacen, dejé todos los libros en Portugal y sólo llevé a Etiopía un archivo con miles de fichas, era la forma, en esa época, de guardar información de manera ordenada. Al ver aquella maquinita de George, pensé que sería la solución a mi problema.

Como misionero, ya había viajado mucho, nunca había estado más de 3 o 4 años en el mismo lugar, desde los 10 años, y aún tendría mucho que viajar; el computador me permitía llevar la casa a cuestas como el caracol; mucho más ligero que cargar libros.

Fue entonces cuando comenzó a surgir en mí la filosofía del digital. Como hoy estoy aquí, mañana estoy allá, solo puedo llevar conmigo lo esencial; y todo lo que para mí tiene valor es digitalizable. Si lo pensamos bien, lo digital es sinónimo de espiritual; tanto uno como el otro son realidades inmateriales e intangibles que necesitan un, cada vez más pequeño, sustrato material para existir y subsistir.

Hoy, si imprimiéramos la información contenida en un pequeño disco externo, llenaríamos una casa de libros, de discos de música, de álbumes de fotografías y de grandes rollos de películas de celuloide. No sé si sería posible “imprimir”, o de alguna forma materializar, la mente y el espíritu contenidos en nuestro cerebro…

La magnitud de la pérdida
Todo lo que poseo actualmente es digital y está en mi computador: mi diario; los libros que necesito y me son caros los digitalicé y los puse allí, fue un trabajo faraónico de muchos años; mis sermones; artículos ya publicados y por publicar; solo en documentos de puro texto tengo 8 gigas, más de 3000 documentos, todo muy bien organizado por temas y carpetas; PowerPoints que hice sobre numerosos temas; conferencias; encuentros formativos; retiros; mis músicas preferidas, algunas adquiridas ya en digital, otras las digitalicé yo.

Las fotografías de los lugares donde estuve y de las actividades allí desarrolladas: España, Etiopía, Canadá, Inglaterra, Estados Unidos y Portugal, que llevé semanas digitalizando de antiguos diapositivas o negativos; todas ellas son más de 12.000 debidamente catalogadas por tema, lugar y año; y por último, alrededor de 100 películas de mensaje, muchas de las cuales compré en CD y pasé al disco por comodidad. Un total de 120 gigas, que en un momento se esfumaron en nada…

“Sólo no perdí lo que di”
Después de dos noches de mal dormir y malos sueños, comencé a pensar que algunos documentos estarían en el correo electrónico; otros los habría dado a amigos y personas que me lo pidieron. Me vino a la memoria, específicamente, una carpeta titulada diaporamas, donde había colocado el trabajo de un verano. Digitalicé los antiguos diaporamas, hechos de diapositivas sincronizadas con una banda sonora en cassette.

Fabulosos diaporamas con muchas historias y mensajes que nadie se había acordado de transformar en PowerPoints. Yo digitalicé el sonido y la imagen y manualmente sincronizé ambos; fue un trabajo que duró un verano entero y resultó en una carpeta de unos 15 diaporamas. Como noté que sería material valioso, lo di después a un catequista, así como muchos libros en el ámbito de la psicología y espiritualidad.

Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mi causa, la hallará (Mateo 16, 25). He aquí la prueba de cómo lo digital y lo espiritual se parecen y de que el evangelio es la verdad y el camino a seguir en todas las realidades y situaciones de la vida humana.

Todo lo que di, de mi trabajo digital, no se perdió; todo lo que retuve solo para mí, se perdió. Si es verdad que solo damos lo que tenemos, también es verdad que solo tenemos lo que damos. Recordemos aquí la parábola de los talentos: aquel que no “dio”, que no hizo rendir su talento, lo perdió; los que “dieron”, es decir, pusieron en riesgo de perder sus talentos negociando con ellos, ganaron.

Si durante algunos años, un futbolista, un cantante o un pintor dejan de practicar su arte, es decir, de “darla”, de ponerla al servicio de la comunidad, al cabo de un tiempo pierden talento en relación a ese arte y oficio: Porque no dieron, perdieron…

Un final feliz…
Pensaba en recurrir a aquellos a quienes di, para recuperar algo de lo perdido, cuando el técnico informático me llama para informarme que, después de tres días trabajando en el disco dañado, logró recuperar todo menos tres videos de Etiopía hechos recientemente. Deo Gracias…

Conclusión - Lo único que no perdí fue lo que compartí: una lección poderosa sobre el verdadero valor de lo digital y lo espiritual tras una desastre tecnológico.

P. Jorge Amaro, IMC

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