En el cuarto Misterio Luminoso contemplamos la Transfiguración de Jesús.
Del Evangelio de Mateo (17:1-2)
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a una montaña alta. Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz."
Comentario de San Agustín
"Jesús se volvió tan resplandeciente como el sol para indicar que Él es la luz que ilumina a todo hombre; Él es el Mesías que la humanidad esperaba, el único Salvador, el vencedor."
Meditación 1
Sumergidos en una experiencia de luz y significado que anticipa la Resurrección del Señor, los discípulos reciben un nuevo mandato: “¡Escuchadlo!”. Escuchar y obedecer comparten la misma raíz: significa estar atentos, permitiendo que todos los sentidos conozcan internamente y adhieran a la Verdad que es Jesús.
La Transfiguración del Señor refleja el momento del Bautismo de Jesús, donde, al igual que en el Monte Tabor, Dios habla y la esencia divina de Jesús es revelada. Sin embargo, mientras el Bautismo marca el inicio de la misión pública del Maestro, la Transfiguración señala el culmen de su misión con la confirmación del Antiguo Testamento, representado por Moisés y Elías, testigos de que Jesús está cumpliendo las antiguas profecías.
El objetivo de la Transfiguración era preparar a los apóstoles, fortaleciendo su fe al ser testigos de la esencia divina de Jesús en anticipación de su pasión y muerte como ser humano. A pesar de esta visión extraordinaria, no fue suficiente para impedir la debilidad de los discípulos, como lo demuestra la negación de Pedro y la huida de los demás apóstoles.
Meditación 2
La Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor nos enseña una profunda verdad espiritual: la gracia de Dios tiene el poder de transfigurarnos, revelando nuestra verdadera belleza y dignidad a Sus ojos, mientras que el pecado nos desfigura, alejándonos de nuestra esencia y oscureciendo la imagen divina en nosotros.
En este episodio vemos cómo la presencia de Dios puede transformarnos, iluminándonos con Su gloria, tal como Cristo fue iluminado ante los apóstoles. Por otro lado, el pecado impide que esa luz brille, distorsionando nuestro ser y alejándonos de la plenitud de vida que Dios nos ofrece. La Transfiguración nos invita así a permitir que la gracia divina nos transforme, liberándonos de las sombras del pecado y conduciéndonos a la verdadera luz de Cristo.
Oración
Señor Jesús,
en Tu Transfiguración nos mostraste Tu gloria divina,
una luz que ilumina nuestros corazones
y nos llama a la verdadera vida.
Concédenos la gracia de escucharte con atención,
de adherirnos a Tu Verdad con todo nuestro ser,
y de ser transfigurados por Tu presencia en nosotros.
Transfórmanos, Señor, por Tu luz,
para que, libres del pecado que nos desfigura,
podamos reflejar la belleza de Tu imagen
en todo lo que somos y hacemos.
Cuando las sombras de la debilidad nos envuelvan,
recuérdanos que Tu gracia es más fuerte que nuestro pecado,
y que contigo caminamos hacia la plenitud de la vida.
Fortalécenos, como hiciste con los apóstoles,
para que, aun en las pruebas, mantengamos firme la fe,
sabiendo que Tu gloria nos espera más allá de la cruz. Amén.
P. Jorge Amaro, IMC
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