miércoles, 20 de agosto de 2025

Fátima: Intervención Sociopolítica


Fátima es el mayor acontecimiento religioso de la primera mitad del siglo XX, una explosión desbordante de lo sobrenatural en este mundo enredado en la materia.
Paul Claudel, poeta francés, dramaturgo y diplomático

Fátima, la más política de todas las apariciones marianas.Clodovis Boff, teólogo, filósofo y profesor

La pintura y la escultura, a lo largo del tiempo, nos han acostumbrado a una imagen estereotipada de María como “la humilde sierva de Sión”, pasiva, de rostro sereno y apacible, que, en lugar de hablar abiertamente y expresar sus pensamientos y sentimientos, guarda todas las cosas en su corazón (Lucas 2,19). No negamos que esto sea cierto, pero es solo una faceta de su personalidad.

No comprendo por qué, a lo largo de los siglos, nunca se ha representado la otra cara de María: la mujer del Magníficat que, con voz firme y llena de energía, casi en contradicción con el paradigma anterior, proclama:

“Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.” (Lucas 1,51-53)

Una María proactiva
Cuando recito estos versículos, la imagen que me viene a la mente se asemeja más a la de la heroína de Aljubarrota o a la mujer de pecho descubierto que empuña la bandera guiando al pueblo en la toma de la Bastilla, que a la figura contemplativa a la que nos tiene acostumbrados la iconografía religiosa. Admito cierta exageración, especialmente por el elemento violento implícito en esas imágenes; pero también hay exageración en la figura estereotipada y pasiva, por lo que probablemente la verdad se halle en un equilibrio entre ambas representaciones. Una María no agresiva, pero sí decididamente activa.

Si, como afirma Clodovis Boff, la aparición de la Virgen en Fátima es la más política de todas, entonces, para verificar su autenticidad, debemos hallar alguna expresión política en la figura bíblica de María. El Magníficat ya nos lo muestra: Fátima no fue la primera vez que María “se metió en política”. Su mensaje es revolucionario al estilo del Magníficat y nos revela ese rostro activo de María: el de la intervención sociopolítica como anuncio del Reino de Dios que su Hijo vino a traer.

En Fátima, María, madre de la Iglesia y de la vida, visita a sus hijos con un mensaje de vida y de paz en un mundo sumido en guerras, muertes ideológicas y genocidios. Viene a proclamar que Dios sigue vivo —plenamente vivo— frente a quienes lo dieron por muerto, como hizo Nietzsche desde el materialismo ideológico e histórico, o como se expresó en el ateísmo militante que, nacido en Rusia, se extendió por todo el mundo.

María visita a su pueblo como en su día visitó a su prima Isabel; pide a los pastorcitos que se ofrezcan y colaboren con Dios en su proyecto de salvación para un mundo víctima de sí mismo, de su racionalismo inhumano y de un nihilismo sin corazón, que provocaron los horrores de las guerras, la tortura y las persecuciones ideológicas y religiosas del siglo XX. Como consuelo, da a sus hijos una certeza: que al final, su Inmaculado Corazón triunfará.

    “Hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal.” (Deuteronomio 30,15)

Al igual que Moisés, María en Fátima coloca ante nosotros la esperanza y la amenaza, la salvación y la ruina, la promesa y la advertencia, la gracia y el juicio. Y también como Moisés, nos exhorta a optar por el bien, por el camino del Evangelio, para salir del abismo en el que el mundo se ha hundido.

Contexto histórico y social de las apariciones
Las dos guerras mundiales - La Primera Guerra Mundial causó unos 12 millones de muertes; la Segunda, alrededor de 60 millones. Nunca antes una guerra había devastado tantas vidas. Si sumamos los heridos —muchos de los cuales quedaron con secuelas de por vida— las cifras se duplican.

Los totalitarismos nazista, fascista y comunista - A estas muertes hay que añadir los millones de víctimas de los regímenes totalitarios, que practicaron limpiezas ideológicas y étnicas a una escala jamás vista: el exterminio de los judíos en los campos de concentración nazis, las purgas comunistas en los gulags siberianos, y los desaparecidos y torturados bajo los regímenes fascistas europeos y latinoamericanos.

El ateísmo militante y la persecución religiosa - En la antigua URSS y sus países satélites, así como en China, Cuba y varios países africanos de orientación comunista, se impuso el ateísmo militante, que persiguió a todos los que manifestaban públicamente su fe. Según Eloy Bueno, en El Mensaje de Fátima, el número de mártires cristianos en el siglo XX asciende a 26.685.000.

El armamento nuclear y la Guerra Fría - Tras las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, se desencadenó una carrera armamentística que mantuvo a la humanidad bajo constante amenaza. Al final de la Guerra Fría, existían arsenales nucleares capaces de destruir el planeta no una, sino diez veces.

En este contexto sombrío, antes de que terminara la Primera Guerra Mundial, y anunciando una Segunda aún peor, Fátima irrumpe como una luz de paz posible; como un llamado urgente a la conversión de Rusia —por su papel en la expansión del ateísmo ideológico— y, en general, a la conversión de todos los pecadores. No tanto para salvarlos del infierno que los pastorcitos vieron en visión, sino del infierno en que se había convertido la vida sobre la tierra.

“Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio.” (Marcos 1,15)

“Para grandes males, grandes remedios”
Con la misma urgencia con la que Jesús comenzó su predicación, María en Fátima —en 1917— manifiesta que Dios interviene directa y visiblemente en la historia humana para reorientarla hacia Cristo. Protege a los mensajeros del Evangelio y pide a tres niños que se ofrezcan por la conversión de los pecadores, por Rusia y por la paz en el mundo.

La tríada de conversión, penitencia y oración es a la vez el corazón del Evangelio y el núcleo de la Mensaje de Fátima. Así, Fátima resuena en el trágico siglo XX como un eco fiel del Evangelio de hace dos mil años.

“Mi Inmaculado Corazón triunfará”
Fátima, en 1917, puede verse como prolongación de Lourdes (1858), donde la Virgen se presentó a Bernardita como la Inmaculada Concepción, dogma proclamado por Pío IX, que la niña desconocía.

El ser humano es razón y corazón. Los excesos del racionalismo en el siglo XX condujeron a guerras y genocidios perpetrados por hombres sin corazón. Dios es Padre y Madre, varón y mujer. Si Jesús revela a Dios como Padre, María lo manifiesta como Madre.

Por eso, frente a un mundo machista y dominado por un racionalismo frío y cruel, Dios envía una mujer —María— para despertar la conciencia y llamar a las mujeres a compartir con los hombres el liderazgo del mundo. Para que aporten su sensibilidad y su corazón femenino a la política y a la vida social. Porque, como dijo Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no entiende.”

Y eso es, en gran parte, lo que ha comenzado a ocurrir en el mundo occidental desde la segunda mitad del siglo XX.

Lo femenino y lo masculino son como las dos alas de un pájaro; un pájaro que solo aletea con una de ellas vuela en círculos… y en círculos viciosos ha girado la humanidad durante demasiado tiempo, repitiendo errores generación tras generación.

Nuestra esperanza es que, con la mujer al lado del hombre, participando en todas las esferas de la vida humana, el mundo se torne más humano. El siglo XX fue un siglo de exceso de cerebro y escasez de corazón. Un mundo verdaderamente mejor será aquel más inclusivo, no solo con las mujeres, sino también con los homosexuales y otros grupos marginados.

El Inmaculado Corazón de María triunfará - Un corazón inmaculado siempre triunfa. Cuando la política se hace con el corazón —con generosidad, compasión, misericordia y amor— y no solo con la fría razón; cuando ese corazón es puro, sin corrupción, sin malicia ni egoísmo, entonces sí habrá paz e igualdad en el mundo. Cuando triunfe el corazón sobre la razón, y la pureza sobre la corrupción.

Conclusión - La tríada de conversión, penitencia y oración es a la vez el centro del Evangelio y el núcleo del mensaje de Fátima. Por eso, podemos afirmar que Fátima hace resonar en el dramático siglo XX la eterna llamada del Evangelio.

P. Jorge Amaro, IMC

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