En el Primer Misterio Glorioso contemplamos la Resurrección de Jesús.
Del Evangelio de San Juan (20:1, 11-16):
El primer día de la semana, María Magdalena fue temprano al sepulcro cuando todavía estaba oscuro y vio que la piedra había sido retirada del sepulcro. (...) María estaba llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se dio la vuelta y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Él le dijo: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le dijo: "Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré." Jesús le dijo: "¡María!" Ella se volvió hacia Él y exclamó en arameo: "¡Rabboni!" (que significa "Maestro").
Comentario de San Efrén
"Gloria a Ti, Jesucristo, que hiciste de Tu cruz un puente sobre la muerte por el cual las almas pueden pasar de la muerte a la vida."
Meditación 1
La Resurrección de Jesús prueba que el mal no tiene la última palabra. La muerte ya no es el fin de la vida sino un paso hacia la vida eterna. Es la Resurrección la que da sentido a toda la existencia; si nuestro fin fuera el mismo que el de todos los seres vivos, la vida humana no tendría sentido, sería una fatiga inútil.
Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra existencia sería en vano: las alegrías no serían verdaderas alegrías, y las tristezas serían aún más tristes, desprovistas de esperanza. Seríamos los más miserables de todos los hombres, como dijo San Pablo, pero más aún, los más desgraciados de todos los seres vivos.
A diferencia de los demás seres vivos, los humanos son conscientes de la vida y son libres para orientar su propia vida. Sin la Resurrección, esta autoconsciencia de nuestra condición y destino sería una tortura constante.
En la metamorfosis de algunos animales, como la mariposa, o en los tres estados del agua, donde ésta se vuelve invisible sin dejar de ser agua, la naturaleza nos ofrece ejemplos que nos ayudan a creer que, al igual que en Jesús, nuestro cuerpo material se transformará en un cuerpo espiritual y glorioso semejante al Suyo.
Meditación 2
La Resurrección de Jesucristo es importante por muchas razones. En primer lugar, testimonia el inmenso poder de Dios mismo. Creer en la Resurrección es creer en Dios. Si Dios existe y si creó el universo y tiene poder sobre él, entonces también tiene el poder de resucitar a los muertos. Si no tuviera tal poder, no sería un Dios digno de nuestra fe y adoración. Solo Él, que creó la vida, puede resucitarla después de la muerte. Al resucitar a Jesús de la tumba, Dios nos recuerda Su soberanía absoluta sobre la vida y la muerte.
La Resurrección de Jesucristo valida quién afirmó ser, es decir, el Hijo de Dios y el Mesías. La Resurrección de Jesús fue el "signo del cielo" que autenticó Su ministerio (Mateo 16:1-4). La Resurrección de Jesucristo, atestiguada por cientos de testigos oculares (1 Corintios 15:3-8), proporciona una prueba irrefutable de que Él, y solo Él, es el Salvador del mundo.
La Resurrección de Jesucristo prueba Su carácter sin pecado y Su naturaleza divina. Las Escrituras decían que el "Santo" de Dios nunca vería la corrupción (Salmo 16:10), y Jesús no experimentó corrupción ni siquiera después de Su muerte (Hechos 13:32-37). Fue con base en la Resurrección de Cristo que Pablo predicó: "Por Él os es predicado el perdón de los pecados... En Él todo el que cree es justificado" (Hechos 13:38-39).
Oración
Señor Jesucristo,
contemplamos con gratitud y reverencia Tu gloriosa Resurrección.
Tú que venciste la muerte, nos traes la esperanza de la vida eterna y renuevas nuestra fe.
Fuiste Tú quien, con amor infinito, hiciste de la cruz un puente sobre el abismo de la muerte
para que todos nosotros podamos pasar de la oscuridad del pecado a la luz de la vida.
Señor, ayúdanos a vivir a la luz de Tu Resurrección.
Que el poder de Tu victoria sobre el mal transforme nuestras vidas,
dándonos fuerza para enfrentar las dificultades
con la certeza de que la muerte y el sufrimiento no tienen la última palabra.
Así como María Magdalena reconoció Tu voz en el jardín,
que también nosotros podamos escuchar Tu llamado
cada día y responder con amor y fidelidad.
Señor, concédenos la gracia de vivir con el corazón lleno de Tu paz y alegría,
sabiendo que por Tu Resurrección nuestra vida tiene un propósito eterno.
Ayúdanos a ser testigos vivos de Tu presencia,
llevando esperanza a los que sufren y luz a los que viven en la oscuridad.
Que nuestro cuerpo, un día como el Tuyo, se transforme en un cuerpo glorioso,
y que por Tu misericordia podamos estar Contigo en la plenitud de la vida eterna.
Te alabamos y te agradecemos, Señor, por ser nuestro Redentor,
Aquel que resucitó y vive para siempre. Amén.
P. Jorge Amaro, IMC

No hay comentarios:
Publicar un comentario