miércoles, 1 de junio de 2016

Santos son los que se reconocen pecadores


El rabino solía decir que los pecadores estaban más cerca de Dios que los justos. Y lo explicaba diciendo que la comunicación entre nosotros y Dios se hace a través de un hilo que une nuestra cabeza con las manos de Dios. Cada vez que pecamos, el hilo se rompe y, en consecuencia, nuestra comunicación con Dios se interrumpe.

Pero cada vez que reconocemos nuestro pecado y nos arrepentimos, es como si se hiciera un nudo en el hilo, restableciendo así la comunicación. Cuando volvemos a pecar y nos arrepentimos nuevamente, se hace otro nudo en el hilo, por lo que este se va acortando cada vez más. De esta forma, concluía el rabino, el pecador está más cerca de Dios que el justo.


Santos declarados
La Iglesia tiene todo un proceso, que suele ser largo, para llevar a alguien a los altares. Primero, respondiendo a la petición de los fieles debido a la buena fama o fama de santidad de determinada persona, se analiza minuciosamente la biografía del candidato, sus virtudes y defectos, sus escritos, sermones y obras. Si las perspectivas son favorables, se elige un postulador y el candidato es declarado "siervo de Dios".

El postulador estudia detalladamente la vida del candidato a santo y presenta sus conclusiones al Papa, quien lo declara "Venerable", lo que significa que el siervo de Dios vivió de manera heroica las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, así como las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Dado que la causa de beatificación y canonización a veces parece un caso judicial, junto a la figura del postulador aparece la figura caricaturesca del "abogado del diablo". Durante todo el proceso, mientras el postulador busca probar las virtudes del candidato, el abogado del diablo, que en los procesos civiles equivaldría al ministerio público o la acusación, intenta restar importancia a sus virtudes, evidenciando sus defectos.

El siguiente paso es la beatificación. Si el candidato fue un mártir y queda suficientemente probado que dio la vida en defensa de la fe, el Papa lo declara beato. Si el candidato no es mártir, el cielo debe pronunciarse, es decir, el postulador debe presentar un milagro, el cual debe ser comprobado que se realizó por intercesión del venerable.

Finalmente, el beato es declarado santo tras la realización de un segundo milagro, lo que prueba que el candidato ya goza de la visión beatífica. Se le asigna un día de fiesta en el calendario, puede ser declarado patrón de iglesias parroquiales y los fieles pueden, libremente y sin restricción, celebrar y honrar al santo.

Santos no declarados
"Ni son todos los que están, ni están todos los que son", decía un poeta español acerca de los locos dentro y fuera de los hospitales psiquiátricos. Después de ver la rapidez con que se han llevado a cabo algunas canonizaciones en los últimos tiempos, para satisfacer deseos o conveniencias de algunos, me atrevo a decir sobre los santos... ni todos los que han sido declarados santos lo son realmente, ni todos los santos han sido declarados.

Siempre ha habido, hay y habrá personas que han vivido como santos sin haber sido nunca declarados como tales; por esta razón, la Iglesia ha institucionalizado un día solemne para celebrar a los santos nunca declarados, algo así como el soldado desconocido, es decir, aquellos a los que la oración eucarística se refiere como "cuyo servicio y dedicación bien conocéis".

Santo como sinónimo de cristiano
"Os saludan todos los santos, y especialmente los de la casa de César." (Filipenses 4, 22)

"A los hermanos en Cristo, santos y fieles, que viven en Colosas: que la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, estén con vosotros." (Colosenses 1, 2)

El libro de los Hechos de los Apóstoles dice que los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía. Fue un nombre dado por gente de fuera, es decir, por aquellos que no seguían a Cristo, y como tal, tenía connotaciones negativas. "Cristianos" no era el nombre por el cual se reconocían los primeros seguidores de Jesús. Como vemos en el segundo texto, los cristianos se conocían y trataban entre sí como hermanos en Cristo, santos y fieles.

Llamar santo a quien técnicamente aún no lo es, según el proceso descrito anteriormente, implica una llamada a la santidad. Por la misma razón, llamamos cristianos a quienes se esfuerzan por ser como Cristo, como dice San Pablo: "Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí." Pero esto no significa que ya lo seamos.

Santos son los que se reconocen pecadores
"Quien deja de querer ser mejor, deja de ser bueno." (San Bernardo)

Existen dos tipos de personas: los que no son conscientes de sus defectos y no hacen nada por mejorar, y los que sí lo son y se esfuerzan cada día por ser mejores.

Los que no hacen nada por mejorar no se quedan siempre en el mismo estado, al contrario, cada día son peores. En la vida moral, como en la naturaleza, existe una ley de gravedad: quien no está subiendo, está bajando. Quien, siendo consciente de sus imperfecciones, no hace nada por mejorar cada día, no se mantiene igual, sino que va de mal en peor; quien no progresa, retrocede.

Si pierdo la conciencia de que soy pecador, estoy perdido. San Francisco, quizá el ser humano que más se ha acercado a la imitación de Cristo hasta el punto de ser llamado "el otro Cristo", a pesar de que en vida ya era considerado un gran santo por sus compañeros, se veía a sí mismo como un pecador y corría por las calles de Asís gritando como un loco: "¡Soy un gran pecador!". De hecho, los verdaderos sabios se consideran ignorantes, solo los ignorantes se creen sabios; los verdaderos santos se ven como pecadores, solo algunos pecadores se creen santos.

Puede que haya avanzado mucho en el camino de la santidad, pero lo que me hace crecer aún más es seguir encontrando imperfecciones en mi vida. Para ello, solo necesito afinar mi discernimiento con el Evangelio y seguramente siempre encontraré algo de lo que debo convertirme. Los verdaderos santos no se consideran a sí mismos como tales; al contrario, se ven como pecadores.

Los verdaderos santos, después de haberse convertido de los grandes pecados, buscan continuamente en su conciencia otros pecados que escapan a los exámenes de conciencia de personas menos santas. Son verdaderos minuciosos en examinar su conciencia a fondo, encontrando siempre algo de lo que acusarse, por lo que están en un proceso continuo de conversión.

En la parábola del sembrador, se reprenden los campos que no producen nada; el buen campo es el que da fruto, ya sea el 30%, el 60% o el 100%. Lo importante es producir, poco o mucho, la cantidad no importa. No estamos llamados a ser los mejores, sino a dar lo mejor de nosotros. Del mismo modo, en la parábola de los talentos, lo importante es no esconder el talento y hacerlo fructificar, siendo secundaria la cantidad de ganancia.

Conclusión - Homo simul iustus et peccator – En el camino hacia la santidad, el ser humano es y será siempre, al mismo tiempo, justo y pecador. Hoy mejor que ayer, inferior a mañana. Más que un estado o una meta, ser santo es un proceso de perfección impulsado y motivado por la conciencia de ser pecador.

P. Jorge Amaro, IMC

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