sábado, 15 de noviembre de 2025

La Venida del Espíritu Santo


En el Tercer Misterio Glorioso contemplamos la venida del Espíritu Santo.


De los Hechos de los Apóstoles (1, 14; 2, 1-4)
"Todos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos. (...) Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido, como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran."

Comentario de San Basilio
"El Espíritu derrama en nosotros una fuerza que da vida, haciendo que nuestras almas pasen de la muerte a la vida plena. Esto es lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu."

Meditación 1
Después de la Ascensión, los discípulos que habían acompañado a Jesús al Monte de los Olivos regresaron a la ciudad, al cenáculo, donde se había instituido la Eucaristía. Allí permanecieron en oración con María, esperando la venida del Espíritu Santo. Esta es la Iglesia en embrión, el cuerpo de Cristo herido por la muerte de su Señor, un cuerpo casi sin vida, aún demasiado débil para enfrentar el mundo y sus dificultades. Un cuerpo vulnerable...

El Espíritu Santo vino a darles vida. Él es el alma del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. El Espíritu Santo es el alma de este nuevo Cuerpo, esta nueva presencia de Jesús entre nosotros. Por ello, creemos en la Iglesia Santa, porque Santo es Cristo, que la fundó, y Santo es el Espíritu Santo, que la guía, anima y gobierna.

La Iglesia fue concebida en el cenáculo durante la Última Cena del Señor, como la comunidad que celebra la memoria de su Señor, la Eucaristía. Sin embargo, la Iglesia nació verdaderamente cuando el Espíritu Santo se unió a este cuerpo ya existente, convirtiéndose en el alma que anima al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

Sin el Espíritu Santo, la Iglesia habría dejado de existir hace mucho tiempo. Ha enfrentado revoluciones, crisis y corrientes de pensamiento a lo largo de 2000 años. El hecho de que mil millones de personas estén unidas en la fe es un milagro, que solo puede explicarse por ser el Cuerpo de Cristo, sostenido por la presencia viva del Espíritu Santo como el alma de este Cuerpo.

Meditación 2
Contemplamos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos con la Virgen María en Jerusalén. La venida del Prometido, el Espíritu Santo, el Paráclito: el abogado y defensor. El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre envió en nombre de Jesús, nos enseñaría todas las cosas y nos recordaría todo lo que Él nos había dicho.

Jesús envió al Espíritu Santo para que no quedáramos huérfanos, sino para ser el alma de la Iglesia y el centro de nuestra existencia. Él vino para permanecer con nosotros, para ser Dios en nosotros, que nos inspira, conforta, guía y da coraje para enfrentar el mundo en nuestra misión de evangelización.

Con la venida del Espíritu Santo, la revelación de Dios a los hombres queda completa. Dios Padre es el creador del mundo; Dios Hijo es el redentor del mundo, quien, para salvarlo, se hizo hombre y se encarnó en la historia de la humanidad. Tras completar Su misión y regresar al Padre, Jesús envía al Espíritu Santo, que es la nueva presencia de Dios, ya no en el mundo, sino en cada uno de nosotros.

Dios Padre es Dios sobre nosotros; Dios Hijo, Jesucristo, es el Emanuel, Dios con nosotros; y Dios Espíritu Santo es Dios en nosotros, que habita en nuestro interior. Él nos recuerda en todo momento el Evangelio y nos da la fuerza para encarnarlo y predicarlo a aquellos que aún no lo conocen.

Oración
Divino Espíritu Santo,
ven a nosotros como en aquel día de Pentecostés,
y llena nuestro corazón con Tu presencia.
Así como llenaste de vida y coraje a los apóstoles,
danos también a nosotros la fuerza para ser testigos fieles del Evangelio,
para que podamos llevar la luz de Cristo al mundo.

Espíritu de Dios, que eres el alma de la Iglesia,
renueva en nosotros la fe y el ardor misionero.
Que Tu llama nos purifique,
nos ilumine y nos guíe por el camino de la verdad,
para que seamos siempre instrumentos de Tu amor y de Tu paz.

Tú que habitas en nosotros, inspíranos a seguir los pasos de Jesús
y a vivir de acuerdo con Tu voluntad.
Sé nuestro guía y defensor,
nuestro consuelo en las pruebas y nuestra fortaleza cuando desfallezcamos.
Ayúdanos a encarnar el Evangelio en nuestra vida cotidiana,
y a ser signos vivos de Tu presencia en el mundo.

Divino Espíritu Santo,
llénanos con Tus dones
de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Que cada uno de estos dones nos acerque más a Ti
y nos capacite para vivir plenamente la misión que nos has confiado.

Ven, Espíritu Santo,
renueva la faz de la tierra y haz de nosotros instrumentos de Tu gracia.
Que podamos sentir siempre Tu presencia viva en nosotros,
y que nuestra vida sea un reflejo de Tu santidad y de Tu amor. Amén.

P. Jorge Amaro, IMC

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