sábado, 1 de diciembre de 2012

El Propósito de la Misión Itinerante

"Unus cristianus nulus cristianus", decía San Agustín: “El hábitat natural del cristiano es la comunidad”. No se puede ser cristiano solo, y no es posible vivir y perseverar en la fe sin tener como punto de referencia una comunidad.

Para crecer en la fe, no basta con confrontar a Dios y a su Palabra personalmente; también es necesario confrontar a la comunidad y al mismo tiempo "ser cuerpo" de ella, siendo miembro integrante y activo del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia.

En la mayoría de las parroquias por ser grandes, frías y poco acogedoras, las personas no se conocen ni se relacionan entre sí, por lo que cada vez son menos referentes para crecer en la fe.

Por esta razón, muchos han abandonado la Iglesia para unirse a iglesias protestantes más pequeñas o incluso sectas, sometiéndose a pagar diezmos para obtener un trato más personalizado y menos masificado. Otros, para hacer frente al sentimiento de "despersonalización" resultante de la masificación, se han refugiado en algunos movimientos eclesiales que han surgido, para vivir la fe de una manera más personal y personalizada.

Todos estos movimientos tienen como punto de referencia la pequeña comunidad cristiana de la que algunos incluso se consideran inventores; olvidan que la Iglesia de los primeros siglos, antes del emperador Constantino, era una iglesia formada por pequeñas comunidades que se reunían en las casas de la gente.

El modelo e inspirador de la Misión Itinerante es San Pablo, evangelizador incansable, difundiendo la semilla del Evangelio. San Pablo formó pequeñas comunidades cristianas en Corinto, en Tesalónica, en Éfeso, etc. Este modelo fue seguido por nosotros los Misioneros, en África con las Pequeñas Comunidades Cristianas y en América Latina con las Comunidades de Base.

Este es, pues, el objetivo de la Misión Itinerante: ayudar a las parroquias, rodeadas de paganismo, a difundir la fe hasta los límites de sus fronteras. ¿Cómo? Actuando en las calles, en los centros comerciales, en los centros culturales, de dos en dos y de puerta en puerta, con el fin de formar, en tal o cual barrio, una pequeña comunidad cristiana.

Esta "pequeña comunidad cristiana" se reúne semanal o quincenalmente, una vez en casa de alguna persona, después en casa de otra y así sucesivamente. A partir de la Palabra de Dios, los miembros comparten su vida en un contexto de oración y, casi, de un grupo de apoyo y/o terapéutico.

Los domingos, todas las pequeñas comunidades cristianas de una parroquia se reúnen en la iglesia para celebrar el Día del Señor. Esta celebración es una verdadera fiesta de la vida porque esta parroquia es ahora una "Comunidad de comunidades", como lo concibió el Vaticano II hace 50 años.

Dispuesto a ayudar, he aquí el llamamiento: ¿hay algún párroco que, siendo el Buen Pastor, quiera ir en busca de la oveja perdida que vive en algún lugar del espacio geográfico de su parroquia?

P. Jorge Amaro, IMC ( trad. Liliana Monroy)


No hay comentarios:

Publicar un comentario